POEMA DANZANTE IV
Siempre me estoy equivocando pero nunca
sè en què diablos consiste exactamente mi error:
si tan solo pudiera saber en què consiste mi error entonces
tal vez
podrìa hallar una maldita soluciòn.
Pero nunca, nunca sè
en què consiste mi error.
A quien no lastimè alguna vez, a quien no hice daño,
a quien no lesionè involuntaria
o voluntariamente.
La mujer con los pechos abiertos
lentamente en la cama,
mientras en la radio suena acaso para siempre
o quizàs para nunca màs volver
La Damnation de Fausto
de Berlioz.
La mujer desnuda boca arriba en la cama
con los ojos como dos piedras pulidas
por el agua del rìo
y con la boca entreabierta o entornada
como una puerta.
Yo soy la puerta, espacio que se abre a otro espacio abierto
o cerrado, quien sabe.
Esa voz que canta
esa voz que arde
como si no existiera o existiese el dolor
esa voz que canta
como un alma que canta.
Esa voz transparente
esa voz ardiente que canta gratuitamente
pero no en la ducha
sino en el dispositivo correspondiente.
Tambièn la mujer arde en la cama desnuda
debajo de las sàbanas y las frazadas en el invierno,
en el invierno era cuando nos calentàbamos desnudos mutuamente
para morigerar el infernal frìo
porque en el final
todos moriremos condenados
a ser quemados
por el seco hielo.
La mujer hùmeda gime ardientemente
como si se tratara de un poema
o la letra de algùn tango.
Conversaciones enmarañadas
a la vuelta de la esquina
a la vuelta manzana.
Charlas agrestes en medio de la tarde
mientras el reloj antiguo gira
en la oscuridad
sus agujas fosforescentes.
La mujer cierra los ojos en la oscuridad:
sombras fueguinas.
Yo trabajo en la ambigüedad
mientras suena Berlioz
en la compactera.
Trabajo la oscuridad
como otros trabajan la madera
o alguna otra materia
igualmente noble
y las horas pasan
como si acaso no existiera el tiempo
el tiempo de existir
el tiempo de amarse mutua
recìprocamente
mientras suenan las voces
y amanece la muerte
la muerte amanece
la muerte
la muerte
hasta luego
me voy a cualquier parte
con tal de no ...